Lección 234 y Texto UCDM
LECCIÓN 234,
Padre, hoy
vuelvo a ser Tu Hijo.
1. Hoy
vislumbraremos el momento en que los sueños de pecado y de culpa hayan
desaparecido y hayamos alcanzado la santa paz de la que nunca nos habíamos
apartado. 2Sólo un instante ha transcurrido entre la eternidad y lo
intemporal. 3Y fue tan
fugaz, que no hubo interrupción alguna en la continuidad o en los pensamientos
que están eternamente unidos cual uno solo. 4Jamás ocurrió nada que
perturbase la paz de Dios el Padre ni la del Hijo. 5Hoy aceptamos la
veracidad de este hecho.
2. Te agradecemos, Padre, que no
podamos perder el recuerdo de Ti ni el de Tu Amor. 2Reconocemos
nuestra seguridad y Te damos las gracias por todos los dones que nos has
concedido, por toda la amorosa ayuda que nos has prestado, por Tu inagotable
paciencia y por habernos dado Tu Palabra de que hemos sido salvados.
Texto
III.
Los que se acusan a sí mismos
1. Sólo los que se acusan a sí mismos pueden condenar. 2Antes de
tomar una decisión de la que se han de derivar diferentes resultados tienes
que aprender algo, y aprenderlo muy bien. 3Ello tiene que llegar a
ser una respuesta tan típica para todo lo que hagas que acabe convirtiéndose en
un hábito, de modo que sea tu primera reacción ante toda tentación o suceso
que ocurra. 4Aprende esto, y apréndelo bien, pues con ello la demora
en experimentar felicidad se acorta por un tramo de tiempo que ni siquiera puedes
concebir: 5nunca odias a tu hermano por sus pecados, sino únicamente
por los tuyos. 6Sea cual sea la forma que sus pecados parezcan
adoptar, lo único que hacen es nublar el hecho de que crees que son tus propios
pecados y, por lo tanto, que el ataque es su "justo" merecido.
2. ¿Por qué iban a ser sus pecados
pecados, a no ser que creyeses que esos mismos pecados no se te podrían
perdonar a ti? 2¿Cómo iba a ser que sus pecados fuesen reales, a no
ser que creyeses que constituyen tu realidad? 3¿Y por
qué los atacas por todas partes, si no fuese porque te odias a ti mismo? 4¿Eres
acaso tú un pecado? 5Contestas afirmativamente cada vez que atacas,
pues mediante el ataque afirmas que eres culpable y que tienes que infligirle a
otro lo que tú te mereces. 6¿Y qué puedes merecer, sino lo que eres?
Si no creyeses que mereces ataque, jamás se te ocurriría atacar a nadie. 8¿Por
qué habrías de hacerlo? 9¿Qué sacarías con ello? 10¿Y de
qué manera podría beneficiarte el asesinato?
3. Los pecados se perciben en el
cuerpo, 2no en la mente. 3No se ven como propósitos, sino
como acciones. 4Los cuerpos actúan, pero las mentes no. 5Por
lo tanto, el cuerpo debe tener la culpa de lo que él mismo hace. 6No
se le ve como algo pasivo que simplemente se somete a tus órdenes sin hacer
nada por su cuenta. 7Si tú eres un pecado, no puedes sino ser un
cuerpo, pues la mente no actúa. 8Y el propósito tiene que
encontrarse en el cuerpo y no en la mente. 9El cuerpo debe actuar
por su cuenta y motivarse a sí mismo. 10Si eres un
pecado, aprisionas a la mente dentro del cuerpo y le adjudicas el propósito de
ésta a su prisión, que entonces actúa en su lugar. 11Un
carcelero no obedece órdenes, sino que es el que le da órdenes al prisionero.
4. Mas es el cuerpo el que es el prisionero, no la
mente. 2El cuerpo no tiene pensamientos. 3No tiene la capacidad de
aprender, perdonar o esclavizar. 4No da órdenes que la mente tenga
que acatar, ni fija condiciones que ésta tenga que obedecer. 5Él
cuerpo sólo mantiene en prisión a la mente que está dispuesta a morar en él. 6Se
enferma siguiendo las órdenes de la mente que quiere ser su prisionera. 7Y
envejece y muere porque dicha mente está enferma. 8El aprendizaje es
lo único que puede producir cambios. 9El cuerpo, por lo tanto, al
que le es imposible aprender, jamás podría cambiar a menos que la mente
prefiriese que él cambiase de apariencia para amoldarse al propósito que ella
le confirió. 10Pues la mente puede aprender, y es en ella donde se
efectúa todo cambio.
5. La mente que se considera a sí misma un pecado sólo tiene un propósito:
que el cuerpo sea la fuente del pecado, para que la mantenga en la prisión que
ella misma eligió y que vigila, y donde se mantiene a sí misma separada,
prisionera durmiente de los perros rabiosos del odio y de la maldad, de la
enfermedad y del ataque, del dolor y de la vejez, de la angustia y del
sufrimiento. 2Aquí es donde se conservan los pensamientos de
sacrificio, pues ahí es donde la culpabilidad impera y donde le ordena al mundo
que sea como ella misma: un lugar donde nadie puede hallar misericordia, ni
sobrevivir los estragos del temor, excepto mediante el asesinato y la muerte. 3Pues
ahí tú te conviertes en un pecado, y el pecado no puede morar allí donde moran
el júbilo y la libertad, pues éstos son sus enemigos y él los tiene que destruir.
4El pecado se conserva mediante la muerte, y aquellos que creen ser
un pecado no pueden sino morir por razón de lo que creen ser.
6.
Alegrémonos de que ves aquello que crees, y de que se te haya concedido poder
cambiar tus creencias. 2El cuerpo simplemente te seguirá. 3Jamás
te puede conducir adonde tú no quieres ir. 4No es un centinela de tu sueño, ni interfiere en tu
despertar. 5Libera a tu cuerpo del encarcelamiento, y no verás a
nadie prisionero de lo que tú mismo te has escapado. 6Tampoco
querrás retener en la culpabilidad a aquellos que habías decidido eran tus
enemigos, ni mantener encadenados a la ilusión de un amor cambiante a aquellos
que consideras amigos.
7. Los inocentes otorgan libertad como muestra de
gratitud por su liberación. 2Y lo que ven
apoya su liberación del encarcelamiento y de la muerte. 3Haz que tu
mente sea receptiva al cambio, y ni a tu hermano ni a ti se os podrá imponer
ninguna pena ancestral. 4Pues Dios ha decretado que no se pueda
pedir
ni hacer ningún sacrificio.
Video de Mich Gaymard