Lección 251 y Manual del Maestro UCDM

4. ¿Qué es el pecado?

1. El pecado es demencia. 2Es lo que hace que la mente pierda su cordura y trate de que las ilusiones ocupen el lugar de la verdad. 3Y al estar loca, la mente ve ilusiones donde la verdad debería estar y donde realmente está. 4El pecado dotó al cuerpo con ojos, pues, ¿qué iban a querer contemplar los que están libres de pecado? 5¿Para qué iban a querer la vista, el sonido o el tacto? 6¿Qué iban a querer oír o intentar asir? 7¿Qué necesidad iban a tener de los sentidos? 8Usar los sentidos es no saber. 9Y la verdad sólo se compone de conocimiento y de nada más.

2. El cuerpo es el instrumento que la mente fabricó en su afán por engañarse a sí misma. 2Su propósito es luchar. 3Mas el objetivo por el que lucha puede cambiar. 4Y entonces el cuerpo lucha por otro objetivo. 5Lo que ahora persigue lo determina el objetivo que la mente ha adoptado para sustituir a la meta de engañarse a sí misma que antes tenía. 6La verdad puede ser su objetivo, tanto como las mentiras. 7Y así, los sentidos buscarán lo que da fe de la verdad.

3. El pecado es la morada de las ilusiones, las cuales representan únicamente cosas imaginarias procedentes de pensamientos fal­sos. 2Las ilusiones son la "prueba" de que lo que no es real lo es. 3El pecado "prueba" que el Hijo de Dios es malvado, que la intem­poralidad tiene que tener un final y que la vida eterna sucumbirá ante la muerte. 4Y Dios Mismo ha perdido al Hijo que ama, y de lo único que puede valerse para alcanzar Su Plenitud es la corrup­ción; la muerte ha derrotado Su Voluntad para siempre, el odio ha destruido el amor y la paz ha quedado extinta para siempre.

4. Los sueños de un loco son pavorosos y el pecado parece ser ciertamente aterrador. 2Sin embargo, lo que el pecado percibe no es más que un juego de niños. 3El Hijo de Dios puede jugar a haberse convertido en un cuerpo que es presa de la maldad y de la culpabilidad, y a que su corta vida acaba en la muerte. 4Mien­tras tanto, su Padre ha seguido derramando Su luz sobre él y amándolo con un Amor eterno que sus pretensiones no pueden alterar en absoluto.

5. ¿Hasta cuándo, Hijo de Dios, vas a seguir jugando el juego del pecado? 2¿No es hora ya de abandonar esos juegos peligrosos? 3¿Cuándo vas a estar listo para regresar a tu hogar? 4¿Hoy quizá? 5El pecado no existe. 6La creación no ha cambiado. 7¿Deseas aún seguir demorando tu regreso al Cielo? 8¿Hasta cuándo, santo Hijo de Dios, vas a seguir demorándote, hasta cuándo?


LECCIÓN 251

No necesito nada más que la verdad

1. Busqué miles de cosas y lo único que encontré fue desconsuelo. 2Ahora sólo busco una, pues en ella reside todo lo que necesito, y lo único que necesito. 3Jamás necesité nada de lo que antes bus­caba, y ni siquiera lo quería. 4No reconocía mi única necesidad. 5Pero ahora veo que solamente necesito la verdad. 6Con ella todas mis necesidades quedan satisfechas, mis ansias desaparecen, mis anhelos se hacen finalmente realidad y a los sueños les llega su fin. 7Ahora dispongo de todo cuanto podría necesitar. 8Ahora dis­pongo de todo cuanto podría querer. 9Y ahora, por fin, me encuen­tro en paz.

2. Y por esa paz, Padre nuestro, te damos gracias. 2Lo que nos negamos a nosotros mismos, Tú nos lo has restituido, y ello es lo único que en verdad queremos.




Manual del Maestro

17. ¿CÓMO LIDIAN LOS MAESTROS DE DIOS CON LOS PENSAMIENTOS MÁGICOS?

1. Ésta es una pregunta crucial tanto para el maestro como para el alumno. 2Si no se trata bien este asunto, el maestro de Dios se habrá hecho daño a sí mismo y habrá atacado a su alumno. 3Esto refuerza el miedo y hace que la magia les parezca real a ambos. 4La manera de lidiar con la magia es, por lo tanto, una de las lecciones fundamentales que el maestro de Dios tiene que aprender cabalmente. 5Su responsabilidad principal al respecto es no atacarla. 6Si un pensamiento mágico despierta hostilidad -de la clase que sea- el maestro de Dios puede estar seguro de que está reforzando su propia creencia en el pecado y de que se ha conde­nado a sí mismo. 7Puede estar seguro además que les ha abierto las puertas a la depresión, al miedo y al desastre. 8Que recuerde entonces que no es esto lo que quiere enseñar porque no es esto lo que quiere aprender.

2. Existe, no obstante, la tentación de responder a la magia de tal manera que ello la refuerza. 2Y esto no es siempre obvio. 3De hecho, puede estar fácilmente oculto bajo un aparente deseo de ayudar. 4Este doble deseo es lo que hace que la ayuda no sirva de gran cosa y que inevitablemente produzca resultados indesea­bles. 5Tampoco se debe olvidar que el resultado que se produzca será el mismo para él que para el alumno. 6¿Cuántas veces se ha subrayado el hecho de que sólo te das a ti mismo? 7¿Y dónde podría observarse esto con mayor claridad que en los tipos de ayuda que el maestro de Dios presta a aquellos que necesitan su ayuda? 8En estas situaciones es donde más claramente se le da su propio regalo, 9pues él sólo dará lo que haya elegido para sí mismo. 10Y en ese regalo reside su juicio acerca del santo Hijo de Dios.

3. Lo más fácil es permitir que el error se corrija allí donde es más evidente, y los errores se reconocen por sus resultados. 2Una lec­ción que verdaderamente se ha enseñado no puede conducir sino a la liberación del maestro y del alumno que han compartido un mismo propósito. 3El ataque puede producirse únicamente si han percibido objetivos separados. 4Y éste debe ser el caso si el resul­tado es cualquier otra cosa que no sea dicha. 5El hecho de que el maestro de Dios tenga una sola meta, hace que el objetivo divi­dido del alumno se enfoque en una sola dirección y que la llamada de ayuda se convierta en su única petición. 6Ésta se contes­ta fácilmente con una sola respuesta, y esta respuesta llegará sin lugar a dudas a la mente del maestro. 7Desde ahí irradiará a la mente del alumno, haciéndola así una con la suya.

4. Tal vez sea útil recordar que nadie puede enfadarse con un hecho. 2Son siempre las interpretaciones las que dan lugar a las emociones negativas, aunque éstas parezcan estar justificadas por lo que aparentemente son los hechos 3o por la intensidad del enfado suscitado. 4Éste puede adoptar la forma de una ligera irritación, tal vez demasiado leve como para ni siquiera poderse notar clara­mente. 5O puede también manifestarse en forma de una ira des­bordada acompañada de pensamientos de violencia, imaginados o aparentemente perpetrados. 6Esto no importa. 7Estas reacciones son todas lo mismo. 8Ponen un velo sobre la verdad, y esto no puede ser nunca una cuestión de grados. 9O bien la verdad es evidente, o bien no lo es. 10No puede ser reconocida sólo a medias. 11El que no es consciente de la verdad no puede sino estar contem­plando ilusiones.

5. Reaccionar con ira ante cualquier pensamiento mágico que se haya percibido es una de las causas básicas del temor. 2Examina lo que esta reacción significa, y se hará evidente el lugar central que ocupa en el sistema de pensamiento del mundo. 3Un pensa­miento mágico, por su mera presencia, da por sentada la separa­ción entre Dios y nosotros. 4Afirma, de la forma más clara posible, que la mente que cree tener una voluntad separada y capaz de oponerse a la Voluntad de Dios, cree también que puede triunfar en su empeño. 5Es obvio que esto no es cierto. 6Sin embargo, es igualmente obvio que se puede creer que lo es. 7Y ahí es donde la culpabilidad tiene su origen. 8Aquel que usurpa el lugar de Dios y se lo queda para sí mismo tiene ahora un "ene­migo" mortal. 9Y ahora él mismo tiene que encargarse de su pro­pia protección y construir un escudo con que mantenerse a salvo de una furia tenaz y de una venganza insaciable.

6. ¿Cómo se puede resolver esta injusta batalla? 2Su final es inevi­table, pues su desenlace no puede ser otro que la muerte. 3¿Cómo, entonces, puede uno confiar en sus propias defensas? 4Una vez más, pues, hay que recurrir a la magia. 5Olvídate de la batalla. 6Acéptala como un hecho y luego olvídate de ella. 7No recuerdes las ínfimas probabilidades que tienes de ganar. 8No recuerdes la magnitud del "enemigo" ni pienses cuán débil eres en compara­ción con Él. 9Acepta tu estado de separación, pero no recuerdes cómo se originó. 10Cree que has ganado la batalla, pero no conser­ves el más mínimo recuerdo de Quién es realmente tu formidable "contrincante". 11Al proyectar tu "olvido" sobre Él, te parecerá que Él se ha olvidado también.

7. Mas ¿cuál va a ser ahora tu reacción ante todos los pensamien­tos mágicos? 2No pueden sino volver a despertar tu culpabilidad durmiente, que has ocultado pero no has abandonado. 3Cada uno le dice claramente a tu mente atemorizada: "Has usurpado el lugar de Dios. 4No creas que Él se ha olvidado".  5Aquí es donde más vívidamente se ve reflejado el temor a Dios. 6Pues en ese pensamiento la culpabilidad ha elevado la locura al trono de Dios Mismo. 7Y ahora ya no queda ninguna esperanza, 8excepto la de matar. 9En eso estriba ahora la salvación. 10Un padre ira­cundo persigue a su hijo culpable. 11Mata o te matarán, pues éstas son las únicas alternativas que tienes. 12Más allá de ellas no hay ninguna otra, pues lo que pasó es irreversible. 13La mancha de sangre no se puede quitar y todo el que lleva esta mancha sobre sí está condenado a morir.

8. A esta situación sin esperanzas Dios envía a Sus maestros, 2quienes traen consigo la luz de la esperanza directamente desde Él. 3Hay una manera de escapar 4que se puede aprender y ense­ñar, pero requiere paciencia y una gran dosis de buena voluntad. 5Una vez que esto se ha alcanzado, la obvia simplicidad de la lección resalta como una luz blanca y brillante contrapuesta a un horizonte negro, pues eso es lo que es. 6Dado que la ira procede de una interpretación y no de un hecho, nunca está justificada. 7Una vez que esto se entiende, aunque sólo sea en parte, el camino queda despejado. 8Ahora es posible dar el siguiente paso. 9Por fin se puede hacer otra interpretación. 10Los pensamientos mágicos no tienen que conducir necesariamente a la condena­ción, pues no tienen realmente el poder de suscitar culpabilidad. 11De modo que pueden pasarse por alto, y olvidarse en el verda­dero sentido de la palabra.

9. La locura tan sólo aparenta ser algo terrible. 2En realidad no puede hacer nada, pues no tiene ningún poder. 3Al igual que la magia, que se convierte en su sirviente, ni ataca ni protege. 4Verla y reconocer su sistema de pensamiento es ver lo que no es nada. 5¿Puede acaso lo que no es nada suscitar ira? 6Difícilmente. 7Recuerda, maestro de Dios, que la ira reconoce una realidad que no existe. aNo obstante, es un testigo fidedigno de que tú crees en ella como si se tratase de un hecho. 8Y ahora no podrás escapar hasta que te des cuenta de que has estado reaccionando a tus propias interpretaciones, las cuales habías proyectado sobre el mundo externo. 9Permite que se te despoje de esa siniestra espada. 10La muerte no existe. 11La espada tampoco. 12El temor a Dios carece de causa. 13Su Amor, en cambio, es la Causa de todo lo que está más allá de todo temor, y es, por lo tanto, por siempre real y eternamente verdad.


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