Lección 250 y Manual del Maestro UCDM

LECCIÓN 250

Que no vea ninguna limitación en mí.

1. Permítaseme contemplar al Hijo de Dios hoy y ser un testigo de su gloria. 2Y que no trate de empañar la santa luz que mora en él y ver su fuerza menoscabada y reducida a la fragilidad; que no perciba en él las deficiencias con las que atacaría su soberanía.


2. Él es Tu Hijo, Padre mío. 2Y hoy quiero contemplar su ternura en lugar de mis ilusiones. 3Él es lo que yo soy, y tal como lo vea a él, me veré a mí mismo. 4Hoy quiero ver verdaderamente, para que en este mismo día pueda por fin identificarme con él.


Manual del Maestro

16. ¿CÓMO DEBE PASAR EL DÍA EL MAESTRO DE DIOS?

1. Para un maestro de Dios avanzado esta pregunta es irrelevante. 2No tiene un programa fijo, pues las lecciones cambian de día en día. 3Pero el maestro de Dios está seguro de una sola cosa: las lecciones no cambian al azar. 4Al darse cuenta de esto y entender que es verdad, el maestro descansa contento. 5Se le dirá cuál ha de ser su papel, hoy, mañana y siempre. 6Y aquellos que compartan ese papel con él le encontrarán para que juntos puedan aprender las lecciones de ese día. 7Nadie de quien él tenga necesidad estará ausente; no se le enviará nadie que no tenga un objetivo de apren­dizaje ya establecido y que pueda aprender ese mismo día. 8Para el maestro de Dios avanzado esta pregunta es, por consiguiente, superflua. 9Ya la planteó y ya se le contestó, y él se mantiene en continuo contacto con la Respuesta. 10Ya lo tiene todo, y ve desple­garse ante él -seguro y libre de obstáculos- el camino que tiene que recorrer.

2. ¿Pero qué ocurre con aquellos que todavía no han alcanzado la certidumbre que él posee? 2Ésos aún no están listos para una falta de estructura así. 3¿Qué es lo que tienen que hacer para aprender a entregarle el día a Dios? 4Hay algunas reglas generales a seguir, aunque cada cual debe usarlas a su manera como mejor pueda. 5Las rutinas, como tales, son peligrosas porque se pueden con­vertir fácilmente en dioses por derecho propio y amenazar los mismos objetivos para las que fueron establecidas. 6Se puede decir, por lo tanto, que, en términos generales, es mejor comenzar el día bien. 7Siempre es posible, no obstante, comenzar de nuevo, si no se comenzó debidamente. 8Con todo, es obviamente venta­joso comenzarlo bien y de esta manera ahorrar tiempo.

3. En un principio, es aconsejable pensar en función del tiempo. 2Aunque éste no es de ningún modo el criterio esencial, probable­mente es el más fácil de observar al principio. 3Inicialmente se hace hincapié en ahorrar tiempo, que si bien sigue siendo impor­tante a lo largo de todo el proceso de aprendizaje, se recalcará cada vez menos. 4De entrada, podemos decir con seguridad que el tiempo que se dedica a comenzar bien el día ciertamente aho­rra tiempo. 5¿Cuánto tiempo debe emplearse en ello? 6Eso depende del mismo maestro de Dios, 7quien no puede adjudi­carse a sí mismo ese título hasta que haya completado el libro de ejercicios, ya que estamos aprendiendo dentro del marco de este curso. 8Después de haber finalizado las sesiones de práctica más estructuradas contenidas en el libro de ejercicios, la necesidad individual será el factor determinante.

4. Este curso es siempre práctico. 2Puede ser que el maestro de Dios no se encuentre en una situación que sea conducente a pasar unos minutos en un estado de quietud nada más despertarse. 3Si ése es el caso, que recuerde tan sólo que su elección es pasar un rato con Dios lo antes posible, y que lo haga. 4La cantidad de tiempo que dedique a ello no es lo más importante. 5Uno puede fácilmente pasarse una hora sentado inmóvil con los ojos cerrados y no lograr nada. 6O bien puede, con igual facilidad, dedicarle a Dios sólo un instante, y en ese instante unirse a Él completamente. 7Quizá la única generalización que puede hacerse al respecto es la siguiente: dedica un rato lo antes posible después de despertarte a estar en silencio, y continúa durante uno o dos minutos más des­pués de que haya comenzado a resultarte difícil. 8Probablemente descubrirás que la dificultad disminuye y desaparece. 9En caso de no ser así, ése es el momento de parar.

5. Por la noche se debe seguir el mismo procedimiento. 2Tal vez tu período de sosiego deba ser temprano en la noche, si no te es posible hacerlo inmediatamente antes de irte a dormir. 3No debes hacerlo acostado. 4Es mejor estar sentado, en cualquier postura que prefieras. 5Habiendo completado el libro de ejercicios, segu­ramente habrás llegado a algunas conclusiones al respecto. 6Si te es posible, un momento apropiado para dedicárselo a Dios es justo antes de irte a dormir. 7Esto pone a tu mente en un estado de reposo y te aparta del miedo. 8Si te resulta más conveniente hacerlo más temprano, asegúrate al menos de no olvidarte pasar un rato -aunque sólo sea un momento- en el que cierras los ojos y piensas en Dios.

6. Hay un pensamiento en particular que debe recordarse a lo largo del día. 2Es un pensamiento de pura dicha; de paz; de libera­ción ilimitada; ilimitada porque todas las cosas se liberan dentro de él. 3Crees que has construido un lugar seguro para ti mismo. 4Crees que has forjado un poder que te puede salvar de todas las cosas aterradoras que ves en sueños. 5Pero no es así. 6Tu seguri­dad no reside ahí. 7A lo que renuncias es simplemente a la ilusión de que puedes proteger tus ilusiones. 8Ése es tu temor y sólo ése. 9¡Qué insensatez estar atemorizado por nada! 10¡Nada en absoluto! 11Tus defensas son inservibles, mas tú no estás en peligro. 12No tienes ninguna necesidad de ellas. 13Reconoce esto y desaparece­rán. 14Y sólo entonces aceptarás tu verdadera protección.

7. ¡Cuán fácil y tranquilamente transcurre el tiempo para el maestro de Dios que ha aceptado Su protección! 2Todo lo que antes hacía en nombre de su propia seguridad ha dejado de inte­resarle, apuesto que está a salvo y sabe que lo está. 4Tiene un Guía que no le ha de fallar. 5No es necesario que haga distinciones entre los problemas que percibe porque Aquel a Quien acude reconoce que no hay grados de dificultad en su resolución. 6Está tan a salvo en el presente como lo estaba antes de que su mente aceptase las ilusiones, y como lo estará cuando las haya abando­nado. 7Su estado no cambia con la ocasión o con el lugar porque todas las ocasiones y todos los lugares son uno para Dios. 8En esto reside su seguridad. 9No tiene necesidad de nada más.

8. Con todo, habrá tentaciones a lo largo del camino que al maes­tro de Dios aún le queda por recorrer y tendrá necesidad de recordarse a sí mismo durante el transcurso del día que está pro­tegido. 2¿Cómo puede hacer eso, especialmente en los momentos en que su mente esté ocupada con cosas externas? 3Lo único que puede hacer es intentarlo y su éxito dependerá de la convicción que tenga de que va a triunfar. 4Deberá tener absoluta certeza de que su éxito no procede de él, pero que se le dará en cualquier momento, lugar o circunstancia que lo pida. 5Habrá ocasiones en que su certeza flaqueará y, en el momento en que esto ocurra el maestro de Dios volverá a tratar, como antes, de depender única­mente de sí mismo. 6No olvides que eso es magia y la magia es un pobre sustituto de la verdadera ayuda. 7No es suficientemente buena para el maestro de Dios porque no es suficientemente buena para el Hijo de Dios.

9. Evitar la magia es evitar la tentación. 2Pues toda tentación no es más que el intento de sustituir la Voluntad de Dios por otra. 3Estos intentos pueden parecer ciertamente aterradores, pero son simplemente patéticos. 4No pueden tener efectos, ya sean buenos o malos, sanadores o destructivos, tranquilizadores o aterrado­res, gratificantes o que exijan sacrificio. 5Cuando el maestro de Dios reconozca que la magia simplemente no es nada, habrá alcanzado el estado más avanzado. 6Todas las lecciones interme­dias no hacen sino conducirle a ese estado y facilitar el que este objetivo esté más cerca de reconocerse. 7Pues cualquier tipo de magia -sea cual sea su forma- es simplemente impotente. 8Su impotencia explica por qué es tan fácil escaparse de ella. 9Es imposible que lo que no tiene efectos pueda aterrorizar.

10. No hay nada que pueda sustituir a la Voluntad de Dios. 2Dicho llanamente, a este hecho es al que el maestro de Dios dedica su día. 3Cualquier otro sustituto que acepte como real, tan sólo puede engañarle. 4Mas está a salvo de cualquier engaño si así lo decide. 5Quizá necesite recordar: "Dios está conmigo. 6No puedo ser engañado" 7Quizá prefiera usar otras palabras, o sólo una, o ninguna. 8En cualquier caso, debe abandonar toda tentación de aceptar la magia como algo verdadero, y reconocer que no sólo no es aterradora, ni pecaminosa, ni peligrosa, sino que simplemente no significa nada. 9Al estar arraigada en el sacrificio y la separación -que no son más que dos aspectos de un mismo error- el maestro de Dios elige simplemente renun­ciar a todo lo que nunca tuvo. 10Y a cambio de ese "sacrificio", se le restaura el Cielo en su conciencia.

11. ¿No te gustaría un intercambio así? 2El mundo lo haría gusto­samente si supiera que se puede hacer. 3Los maestros de Dios son los que deben enseñarle que sí se puede. 4Y, por lo tanto, su fun­ción es asegurarse de que ellos mismos lo hayan aprendido. 5No hay otro riesgo durante el día, excepto el de poner tu confianza en la magia, pues sólo eso conduce al dolor. 6"No hay más volun­tad que la de Dios." 7Sus maestros saben que esto es así y han aprendido que todo lo demás es magia. 8Lo que mantiene viva la creencia en la magia es la ilusión simplista de que la magia da resultado. 9Los maestros de Dios deben aprender a detectar las diversas formas de magia a lo largo de todo su entrenamiento, cada día y cada hora, e incluso cada minuto y cada segundo, y a percibir el hecho de que no significan nada. 10Cuando se las deja de temer, desaparecen. 11Y así se vuelve a abrir la puerta del Cielo, y su luz puede volver a irradiar sobre la mente que se encuentra en paz.


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