Lección 244 y Manual del Maestro UCDM
LECCIÓN 244
No estoy en
peligro en ningún lugar del mundo.
1. Tu Hijo
está a salvo dondequiera que se encuentre porque Tú estás allí con él. 2Sólo
con que invoque Tu Nombre recordará su seguridad y Tu Amor, pues éstos son uno.
3¿Cómo puede temer, dudar o no darse cuenta de que es imposible que
pueda sufrir, estar en peligro o ser infeliz cuando él te pertenece a ti, es
bienamado y amoroso, y está por siempre a salvo en Tu Paternal abrazo?
2. Y ahí es en
verdad donde nos encontramos. 2No
hay tormenta que pueda venir a azotar el
santuario de nuestro hogar. 3En Dios estamos a salvo, 4pues,
¿qué podría suponer una amenaza para Dios, o venir a asustar a lo que por
siempre ha de ser parte de Él?
Manual del Maestro
II. Honestidad
1.
Todas las demás características de los
maestros de Dios se basan en la confianza. 2Una vez que ésta se ha
alcanzado, las otras se suceden naturalmente. 3Sólo los que tienen
confianza pueden permitirse ser honestos, pues sólo ellos pueden ver el valor
de la honestidad. 4La honestidad no se limita únicamente a lo que
dices. 5El verdadero significado del término es congruencia: 6nada
de lo que dices está en contradicción con lo que piensas o haces; ningún
pensamiento se opone a otro; ningún acto contradice tu palabra ni ninguna
palabra está en desacuerdo con otra. 7Así son los verdaderamente
honestos. 8No están en conflicto consigo mismos a ningún nivel. 8Por
lo tanto, les es imposible estar en conflicto con nada o con nadie.
2.
La paz que experimentan los maestros de Dios
avanzados se debe en gran medida a su perfecta honestidad. 2Sólo el
deseo de engañar da lugar a la pugna. 3El que es uno consigo mismo, no puede ni siquiera
concebir el conflicto. 4El conflicto es el resultado inevitable del
auto-engaño, y el auto-engaño es deshonestidad. 5Para un maestro de
Dios nada supone un desafío, 6pues ello implicaría que se abrigan
dudas, y la confianza en la que los maestros de Dios descansan con absoluta
seguridad hace que les sea imposible dudar. 7Por lo tanto, sólo
pueden triunfar. 8En esto, como en todo, son honestos. 9Sólo
pueden triunfar porque nunca hacen su propia voluntad. 10Eligen por
toda la humanidad, por todo el mundo y por todas las cosas que en él habitan;
por lo que es inalterable e inmutable más allá de las apariencias, y por el
Hijo de Dios y su Creador. 11¿Cómo no iban a triunfar? 12Eligen
con perfecta honestidad, tan seguros de sí mismos como de su elección.
III. Tolerancia.
1.
Los maestros de Dios no juzgan. 2juzgar
es ser deshonesto, pues es asumir un papel que no te corresponde. 3Es
imposible juzgar sin engañarse uno a sí mismo. 4Juzgar implica que
te has engañado con respecto a tus hermanos. 5¿Cómo, entonces, no te
ibas a haber engañado con respecto a ti mismo? 6Juzgar implica falta
de confianza, y la confianza sigue siendo la piedra angular de todo el sistema
de pensamiento del maestro de Dios. 7Si la pierde, todo su
aprendizaje se malogra. 8Sin juicios, todas las cosas son igualmente
aceptables, pues en tal caso, ¿quién podría juzgarlas? 9Sin juicios,
todos los hombres son hermanos, pues en ese caso, ¿quién se encontraría aparte?
10Juzgar destruye la honestidad y quebranta la confianza. 11El
maestro de Dios no puede juzgar y al
mismo tiempo esperar aprender.
IV. Mansedumbre
1.
Para los maestros de Dios el daño es algo
imposible. 2No pueden infligirlo ni sufrirlo. 3El daño
es el resultado de juzgar. 4Es el acto deshonesto que sigue a
un pensamiento deshonesto. 5Es un
veredicto de culpabilidad contra un hermano, y por ende, contra uno mismo. 6Representa
el fin de la paz y la negación del aprendizaje. 7Demuestra la
ausencia del plan de aprendizaje Dios y el hecho de haber sido sustituido por
la demencia. 8Todo maestro de Dios tiene que aprender -y bastante
pronto en su proceso de formación- que hacer daño borra completamente su
función de su conciencia. 9Hacer daño le confundirá, le hará abrigar
sospechas y sentir ira y temor. 10Hará que le resulte imposible
aprender las lecciones del Espíritu Santo. 11Tampoco podrá oír al
Maestro de Dios, Quien sólo puede ser oído por aquellos que se dan cuenta de
que hacer daño, de hecho, no lleva a ninguna parte, y de que nada provechoso
puede proceder de ello. 12Los maestros de Dios, por lo tanto, son
completamente mansos.
2.
Necesitan la fuerza de la mansedumbre, pues gracias a ella la función de la salvación
se vuelve fácil. 2Para los que hacen daño, llevar a cabo dicha
función es imposible. 3Pero para quienes el daño no tiene
significado, la función de la salvación
es sencillamente algo natural. 4¿Qué otra elección sino ésta tiene
sentido para el que está en su sano juicio? 5¿Quién, de percibir un
camino que conduce al Cielo, elegiría el infierno? 6¿Y quién
elegiría la debilidad que irremediablemente resulta de hacer daño, cuando puede
elegir la fuerza infalible, todo-abarcante e ilimitada de la mansedumbre? 7El
poder de los maestros de Dios radica en su mansedumbre, pues han entendido que
los pensamientos de maldad no emanan del Hijo de Dios ni de su Creador. 8Por
lo tanto, unen sus pensamientos a Aquel
que es su Fuente. 9Y así, su voluntad, que siempre
fue la de Dios, queda libre para ser como es.
V. júbilo
1.
El júbilo es el resultado inevitable de la
mansedumbre. 2La mansedumbre significa que el miedo es ahora
imposible. 3¿Qué podría entonces obstaculizar el júbilo? 4Las
manos abiertas de la mansedumbre están siempre colmadas. 5Los mansos
no experimentan dolor. 6No pueden sufrir. 7¿Cómo no
habrían de ser felices? 8Están seguros de que son amados y de que,
por lo tanto, están a salvo. 9El júbilo va unido a la mansedumbre
tan inevitablemente como el pesar acompaña al ataque. 10Los
maestros de Dios confían en Él y están seguros de que Su Maestro va delante de
ellos, asegurándose de que no les acontezca ningún daño. 11Disponen
de Sus dones y siguen Su camino porque la Voz de Dios los dirige en todo. 12El
júbilo es su himno de gratitud. 13Y
Cristo los contempla también con agradecimiento. 14La
necesidad que Él tiene de ellos es tan grande como la que ellos tienen de Él. 15¡Qué
gozo tan inmenso compartir el propósito
de la salvación!
VI. Indefensión
1.
Los maestros de Dios han aprendido a ser
sencillos. 2No tienen sueños que tengan que defender contra la
verdad. 3No tratan de forjarse a sí mismos. 4Su júbilo
procede de saber Quién los creó. 5¿Y es acaso necesario defender lo
que Dios creó? 6Nadie puede
convertirse en un maestro de Dios avanzado hasta que no comprenda plenamente
que las defensas no son más que absurdos guardianes de ilusiones descabelladas.
7Cuanto más grotesco es el sueño, más formidables y poderosas
parecen ser sus defensas. 8Sin embargo, cuando el maestro de Dios acepta
finalmente mirar más allá de ellas, se da cuenta de que allí no había nada. 9Lentamente
al principio, permite que se le
desengañe, 10pero a medida que su confianza aumenta, aprende más
rápido. 11Cuando se abandonan las defensas no se experimenta peligro.
12Lo que se experimenta es seguridad. 13Lo que se
experimenta es paz. 14Lo que se experimenta es dicha. 15Y
lo que se experimenta es Dios.
VII. Generosidad
1.
La palabra generosidad tiene un significado
especial para el maestro de Dios. 2No es el significado usual de la
palabra; de hecho, es un significado que tiene que aprenderse, y aprenderse muy
bien. 3Al igual que todos los demás atributos de los maestros de
Dios, éste se basa a fin de cuentas en la confianza, puesto que sin confianza
nadie puede ser generoso en el verdadero sentido de la palabra. 4Para
el mundo, generosidad significa "dar" en el sentido de
"perder" 5Para los maestros de Dios, generosidad
significa dar en el sentido de conservar. 6Se ha hecho hincapié en
esta idea a lo largo del texto, así como en el libro de ejercicios, pero tal
vez sea más extraña para el pensamiento del mundo que muchas de las otras ideas
de nuestro programa de estudios. 7Lo que la hace más extraña es el
hecho de que es obviamente lo opuesto a la manera de pensar del mundo. 8De
la manera más clara posible y en el más simple de los niveles, la palabra
significa exactamente lo opuesto para los maestros de Dios que para el mundo.
2.
El maestro de Dios es generoso en interés
propio. 2Pero no nos referimos aquí al interés propio del ser del
que el mundo habla. 3El maestro de Dios no quiere nada que él no
pueda dar, pues se da cuenta de que, por definición, ello no tendría ningún
valor para él. 4¿Para qué lo iba a querer? 5Sólo podría
perder por su causa. 6No podría ganar nada. 7Por lo
tanto, no busca nada que sea sólo para él, ya que eso sería la garantía de que
lo perdería. 8No quiere sufrir. 9¿Por qué entonces iba a
querer buscarse dolor? 10Pero sí quiere conservar todas las cosas
que son de Dios, y que, por ende, son para Su Hijo. 11Ésas son las
cosas que le pertenecen. 12Esas si que las puede dar con verdadera
generosidad, conservándolas de este modo para sí mismo eternamente.
Video de Mich Gaymard