Lección 245 y Manual del Maestro

LECCIÓN 245

Tu paz está conmigo, Padre. Estoy a salvo.

1. Tu paz me rodea, Padre. 2Dondequiera que voy, Tu paz me acompaña 3y derrama su luz sobre todo aquel con quien me encuentro. 4Se la llevo al que se encuentra desolado, al que se siente solo y al que tiene miedo. 5Se la ofrezco a los que sufren, a los que se lamentan de una pérdida, así como a los que creen ser infelices y haber perdido toda esperanza. 6Envía­melos, Padre. 7Permíteme ser el portador de Tu paz. 8Pues quiero salvar a Tu Hijo, tal como dispone Tu Voluntad, para poder llegar a reconocer mi Ser.


2. Y así caminamos en paz, 2transmitiendo al mundo entero el mensaje que hemos recibido. 3Y de esta manera oímos por fin la Voz que habla por Dios, la cual nos habla según nosotros predi­camos la Palabra de Dios, Cuyo Amor reconocemos, puesto que compartimos con todos la Palabra que Él nos dio.

Manual del Maestro

VIII. Paciencia


1. Los que están seguros del resultado final pueden permitirse el lujo de esperar, y esperar sin ansiedad. 2Para el maestro de Dios tener paciencia es algo natural. 3Todo lo que ve son resultados seguros que ocurrirán en un momento que tal vez aún le sea desconocido, pero que no pone en duda. 4El momento será tan apropiado como la respuesta. 5Y esto es verdad con respecto a todo lo que ocurre ahora u ocurra en el futuro. 6En el pasado no se produjeron tampoco errores ni ocurrió nada que no sirviese para beneficiar al mundo, así como a aquel a quien aparente­mente le ocurrió. 7Tal vez esto no se entendió así en su momento. 8Con todo, el maestro de Dios está dispuesto a reconsiderar todas sus decisiones pasadas, si éstas le están causando dolor a alguien. 9Tener paciencia es algo natural para aquellos que tienen con­fianza. 10Seguros de la interpretación final de todas las cosas en el tiempo, ningún resultado, ya visto o por venir, puede causarles temor alguno.

IX. Fe


1. El grado de fe de un maestro de Dios indica cuán avanzado se encuentra en su programa de estudios. 2¿Pone en práctica este aprendizaje sólo en algunos aspectos de su vida mientras man­tiene otros aparte? 3De ser así, su progreso es lento y su confianza aún no se ha arraigado firmemente. 4La fe es la confianza que el maestro de Dios tiene de que la Palabra de Dios ha de resolver todas las cosas perfectamente. aNo sólo algunas, sino todas. 5Comienza generalmente poniendo su fe en la resolución de sólo algunos problemas, manteniéndola así cuidadosamente restrin­gida por un tiempo. 6Someter todos los problemas a una sola Res­puesta es invertir completamente la manera de pensar del mundo. 7Y sólo eso es fe. 8Ninguna otra cosa merece que se le llame por ese nombre. 9Con todo, vale la pena lograr cada avance, por pequeño que sea. 10Estar dispuesto, como indica el texto, no quiere decir que se haya alcanzado la maestría.

2. La verdadera fe, sin embargo, no se desvía. 2Al ser consistente, es completamente honesta. 3Al ser firme, goza de absoluta con­fianza. 4Al estar basada en la ausencia de temor, es mansa. 5Al gozar de certeza, rebosa júbilo, 6y al tener confianza, es tolerante. 7La fe, por lo tanto, encierra en sí todos los demás atributos de los maestros de Dios, 8y entraña la aceptación de la Palabra de Dios y de la definición que Él tiene de Su Hijo. 9Hacia Ellas es adonde la fe, en el verdadero sentido de la palabra, siempre se dirige. 10En Ellas tiene puestas sus miras, buscando hasta que las encuentra. 11La indefensión naturalmente la acompaña, y su condición es el júbilo. 12Y una vez que las encuentra, descansa con sosegada cer­teza sólo en Aquello que es digno de toda fe.

X. Mentalidad abierta


1. El papel central que ocupa la mentalidad abierta -quizá el último de los atributos que el maestro de Dios adquiere- puede entenderse fácilmente cuando se reconoce la relación que guarda con el perdón. 2La mentalidad abierta procede de una ausencia de juicios. 3De la misma manera en que los juicios cierran la mente impidiéndole la entrada al Maestro de Dios, de igual modo la mentalidad abierta lo invita a entrar. 4De la misma manera en que la condenación juzga al Hijo de Dios como mal­vado, de igual modo la mentalidad abierta permite que sea juz­gado por la Voz de Dios en Su Nombre. 5De la misma manera en que la proyección de la culpabilidad sobre él lo enviaría al infierno, de igual modo la mentalidad abierta permite que la imagen de Cristo le sea extendida. 6Sólo aquellos que tienen una mentalidad abierta pueden estar en paz, pues son los únicos que ven razones para ello.

2. ¿Cómo perdonan los que tienen una mentalidad abierta? 2Han renunciado a todas las cosas que les impediría perdonar. 3Han abandonado realmente el mundo, y han permitido que éste les sea restaurado con tal frescura y en júbilo tan glorioso, que jamás hubiesen podido concebir un cambio así. 4Nada es ahora como era antes. 5Todo lo que antes parecía opaco y sin vida, ahora no hace sino refulgir. 6Lo que es más, todas las cosas les dan la bien­venida, ya que ha desaparecido toda sensación de amenaza. 7Ya no quedan tinieblas que oculten la faz de Cristo. 8Ya se ha logrado el objetivo. 9El perdón es la meta final del programa de estudios, 10pues allana el camino para lo que se encuentra más allá de todo aprendizaje. 11El programa de estudios no hace nin­gún esfuerzo por excederse de su verdadero objetivo. 12El perdón es su único objetivo, en el cual converge en última instancia todo aprendizaje. 13Ciertamente eso es suficiente.

3. Habrás notado que la lista de atributos de los maestros de Dios no incluye las características que constituyen la herencia del Hijo de Dios. 2Términos tales como amor, inocencia, perfección, cono­cimiento y verdad eterna no aparecen en este contexto, 3pues no serían apropiados aquí. 4Lo que Dios ha dado está tan remota­mente alejado de nuestro programa de estudios, que el aprendi­zaje no puede sino desaparecer ante su presencia. 5Sin embargo, mientras su presencia esté velada, el enfoque ha de centrarse necesariamente en el programa de estudios. 6La función de los maestros de Dios es llevar al mundo el verdadero aprendizaje. 7Propiamente dicho, lo que llevan es un des-aprendizaje, que es a lo único que se le puede llamar "verdadero aprendizaje" en este mundo. 8A los maestros de Dios se les ha encomendado la fun­ción de llevar al mundo las buenas nuevas del completo perdón. 9Bienaventurados son en verdad, pues son los portadores de la salvación.

5. ¿CÓMO SE LOGRA LA CURACIÓN?

1. Para que la curación pueda tener lugar, es necesario que se entienda el propósito de la ilusión de la enfermedad. 2Sin ese entendimiento la curación es imposible.

I. El propósito de la enfermedad


1. La curación se logra en el instante en que el enfermo deja de atribuirle valor al dolor. 2¿Quién elegiría sufrir a menos que pen­sase que con ello podría ganar algo, y algo que tiene valor para él? 3Indudablemente cree que está pagando un precio módico por algo de mayor valor, 4pues la enfermedad es una elección, una decisión. 5Es la elección de la debilidad, procedente de la equivocada convicción de que es fuerza. 6Cuando esto ocurre, se ve a la verdadera fuerza como una amenaza y a la salud como algo peligroso. 7La enfermedad es un método, concebido en la locura, para sentar al Hijo de Dios en el trono de su Padre. 8A Dios se le ve como algo externo, poderoso y feroz, ansioso por quedarse con todo el poder para Sí Mismo. 9Sólo con Su muerte puede Su Hijo conquistarle.

2. ¿Y qué representa la curación dentro de esta loca convicción? 2Simboliza la derrota del Hijo de Dios y el triunfo de su Padre sobre él. 3Representa el desafío supremo -en forma directa- que el Hijo se ve forzado a aceptar. 4Representa todo lo que él se ocultaría a sí mismo para proteger su "vida" 5Si se cura, él es responsable de sus pensamientos. 6Y si es responsable de sus pensamientos, será destruido a fin de demostrarle cuán débil y miserable era. 7Mas si él mismo elige la muerte, su debilidad se convierte en su fuerza. 8Ahora se ha impuesto a sí mismo lo que Dios le habría impuesto, y de esta forma ha usurpado completa­mente el trono de su Creador.

II. Un cambio de percepción


1. La curación es directamente proporcional al grado de recono­cimiento alcanzado con respecto a la falta de valor de la enferme­dad. 2Sólo con decir: "Con esto no gano nada" uno se curaría. 3Pero antes de uno poder decir esto, es preciso reconocer ciertos hechos. 4En primer lugar, resulta obvio que las decisiones son algo propio de la mente, no del cuerpo. 5Si la enfermedad no es más que un enfoque defectuoso de solventar problemas, tiene que ser entonces una decisión. 6Y si es una decisión, es la mente, y no el cuerpo, la que la toma. 7La resistencia a reconocer este hecho es enorme, ya que la existencia del mundo tal como lo percibes depende de que sea el cuerpo el que toma las decisiones. 8Términos tales como "instintos", "reflejos" y otros similares, re­presentan intentos de dotar al cuerpo con motivadores no mentales. 9En realidad, tales términos no hacen más que enunciar o describir el problema, 10pero no lo resuelven.

2. La base fundamental de la curación es la aceptación del hecho de que la enfermedad es una decisión que la mente ha tomado a fin de lograr un propósito para el cual se vale del cuerpo. 2Y esto es cierto con respecto a cualquier clase de curación. 3El paciente que acepta esto se recupera. 4Si se decide en contra de la recupe­ración, no sanará. 5¿Quién es el médico entonces? 6La mente del propio paciente. 7El resultado acabará siendo el que él decida. 8Agentes especiales parecen atenderle, sin embargo, no hacen otra cosa que dar forma a su elección. 9Los escoge con vistas a darle forma tangible a sus deseos. 10Y eso es lo único que hacen. 11En realidad, no son necesarios en absoluto. 12El paciente podría sencillamente levantarse sin su ayuda y decir: "No tengo nin­guna necesidad de esto". 13No hay ninguna forma de enfermedad que no se curase de inmediato.

3. ¿Qué es lo único que se necesita para que este cambio de per­cepción tenga lugar? 2Simplemente esto: el reconocimiento de que la enfermedad es algo propio de la mente, y de que no tiene nada que ver con el cuerpo. 3¿Qué te "cuesta" este reconocimiento? 4Te cuesta el mundo que ves, pues ya nunca más te parecerá que es el mundo el que gobierna a la mente. 5Con este reconocimiento se le atribuye la responsabilidad a quien verdaderamente la tiene: no al mundo, sino a aquel que contempla el mundo y lo ve como no es. 6Pues ve únicamente lo que elige ver. 7Ni más ni menos. 8El mundo no le hace nada. 9Pero él pensaba que le hacía algo. 9ÉI tampoco le hace nada al mundo, ya que estaba equivocado con respecto a lo que el mundo era. 11En esto radica tu liberación de la culpabilidad y de la enfermedad, pues ambas son una misma cosa. 12Sin embargo, para aceptar esta liberación, la insignificancia del cuerpo tiene que ser una idea aceptable.

4. Con esta idea, el dolor desaparece para siempre. 2Pero con esta idea desaparece también cualquier confusión acerca de la crea­ción. 3¿Cómo podría ser de otra manera? 4Basta con poner causa y efecto en su verdadera secuencia con respecto a algo para que el aprendizaje se generalice y transforme al mundo. 5El valor de la transferencia de una idea verdadera no tiene límites ni final. 6El resultado final de esta lección es el recuerdo de Dios. 7¿Qué significado tienen ahora la culpabilidad, la enfermedad, el dolor, los desastres y todos los sufrimientos? 8Al no tener ningún pro­pósito, no pueden sino desaparecer. 9Y con ellos desaparecen también todos los efectos que parecían tener. 10Causa y efecto no son sino una réplica de la creación. 11Vistos en su verdadera pers­pectiva, sin distorsiones y sin miedo, re-establecen el Cielo.

Video de Mich Gaymard


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