Lección 201 y Texto UCDM
SEXTO REPASO
Introducción
1. Para este
repaso utilizaremos sólo una idea por día y la practicaremos tan a menudo cómo
podamos. 2Además del tiempo que le dediques mañana y noche, que no
debería ser menos de quince minutos, y de los recordatorios que han de llevarse
a cabo, cada hora durante el transcurso del día, usa la idea tan frecuentemente
como puedas entre las sesiones de práctica. 3Cada una de estas ideas
por sí sola podría salvarte si verdaderamente la aprendieses. 4Cada
una de ellas sería suficiente para liberaros a ti y al mundo de cualquier clase
de cautiverio, e invitar de nuevo el recuerdo de Dios.
2. Con esto en
mente, demos comienzo a nuestras prácticas, en las que repasaremos
detenidamente los pensamientos con los que el Espíritu Santo nos ha bendecido
en nuestras últimas veinte lecciones. 2Cada uno de ellos encierra
dentro de sí el programa de estudios en su totalidad si se entiende, se practica,
se acepta y se aplica a todo cuanto parece acontecer a lo largo del día. 3Uno
solo basta. 4Mas no se debe excluir nada de ese pensamiento. 5Necesitamos,
por lo tanto, usarlos todos y dejar que se vuelvan uno solo, ya que cada uno de
ellos contribuye a la suma total de lo que queremos aprender.
3. Al igual que
nuestro último repaso, estas sesiones de práctica giran alrededor de un tema
central con el que comenzamos y concluimos cada lección. 2El tema
para el presente repaso es el siguiente: .
.
3No soy un
cuerpo. 4Soy libre.
5Pues aún soy
tal como Dios me creó.
6El día comienza y concluye con
esto. 7Y lo repetiremos asimismo cada vez que el reloj marque la
hora, o siempre que nos acordemos, entre una hora y otra, que tenemos una
función que transciende el mundo que vemos. 8Aparte de esto y de la
repetición del pensamiento que nos corresponda practicar cada día, no se
requiere ningún otro tipo de ejercicio, excepto un profundo abandono de todo
aquello que abarrota la mente y la hace sorda a la razón, a la cordura y a la
simple verdad.
4. Lo que nos
proponemos en este repaso es ir más allá de todas las palabras y de las diferentes maneras de
practicar. 2Pues lo que estamos intentando esta vez es ir más de
prisa por una senda más corta que nos conduce a la serenidad y a la paz de
Dios. 3Sencillamente cerramos los ojos y nos olvidamos de todo lo
que jamás habíamos creído saber y entender. 4Pues así es como nos
liberamos de todo lo que ni sabíamos ni pudimos entender.
5. Hay una sola excepción a esta falta de estructura. 2No dejes pasar un solo pensamiento trivial
sin confrontarlo. 3Si adviertes alguno, niega su dominio sobre ti y
apresúrate a asegurarle a tu mente que no es eso lo que quiere. 4Luego
descarta tranquilamente el pensamiento que negaste y de inmediato y sin
titubear sustitúyelo por la idea con la que estés practicando ese día.
6. Cuando la tentación te asedie, apresúrate a proclamar que ya no
eres su presa, diciendo:
2No quiero este pensamiento. 3El que quiero es ________ .
4Y entonces repite la idea del
día y deja que ocupe el lugar de lo que habías pensado. 5Además de
estas aplicaciones especiales de la idea diaria, sólo añadiremos
unas cuantas expresiones formales o pensamientos específicos para que te ayuden
con tu práctica. 6Por lo demás, le entregamos estos momentos de
quietud al Maestro que nos enseña en silencio, nos habla de paz e imparte a
nuestros pensamientos todo el significado que jamás puedan tener.
LECCIÓN 201
No soy un
cuerpo. Soy libre.
Pues aún soy
tal como Dios me creó.
1. (181) Confío en mis hermanos, que son uno conmigo.
2No hay nadie que no sea mi hermano.
3He sido bendecido con la unidad
de la que gozo con el universo y con Dios mi Padre, el único Creador de la
totalidad que es mi Ser, el cual es eternamente uno conmigo.
4No soy un cuerpo. 5Soy libre. 6Pues aún soy tal
como Dios me creó.
Texto
II. El temor a sanar
1. ¿Es atemorizante sanar? 2Sí, para muchos
lo es. 3Pues la acusación es un obstáculo para el amor, y los
cuerpos enfermos son ciertamente acusadores. 4Obstruyen
completamente el camino de la confianza y de la paz, proclamando que los
débiles no pueden tener confianza y que los lesionados no tienen motivos para
gozar de paz. 5¿Quién que haya sido herido por su hermano podría
amarlo aún y confiar en él? 6Pues su hermano lo atacó y lo volverá a
hacer. 7No lo protejas, ya que tu cuerpo lesionado demuestra que
es a ti a quien se debe proteger de él. 8Tal vez perdonarlo sea un acto de caridad, pero no es algo que él se merezca. 9Se
le puede compadecer por su culpabilidad, pero no puede ser eximido. 10Y si le
perdonas sus transgresiones, no haces sino añadir otro fardo más a la
culpabilidad que realmente ya ha acumulado.
2. Los que no han sanado no pueden perdonar. 2Pues son los testigos de que el perdón
es injusto. 3Prefieren conservar las consecuencias de la
culpabilidad que no reconocen. 4No obstante, nadie puede perdonar un
pecado que considere real. 5Y lo que tiene consecuencias
tiene que ser real porque lo que ha hecho está ahí a la vista. 6El
perdón no es piedad, la cual no hace sino tratar de perdonar lo que cree que es
verdad. 7No se puede devolver bondad por maldad, pues el perdón no
establece primero que el pecado sea real para luego perdonarlo. 8Nadie
que esté hablando en serio diría: "Hermano, me has herido. aSin
embargo, puesto que de los dos yo soy el mejor, te perdono por el dolor que me
has ocasionado". 9Perdonarle y seguir sintiendo dolor es imposible,
pues ambas cosas no pueden coexistir. 10Una niega a la otra y hace
que sea falsa.
3. Ser testigo del pecado y, al mismo tiempo,
perdonarlo es una paradoja que la razón no puede concebir. 2Pues
afirma que lo que se te ha hecho no merece perdón. 3Y si lo
concedes, eres clemente con tu hermano, pero conservas la prueba de que él no
es realmente inocente. 4Los enfermos siguen siendo acusadores. 5No
pueden perdonar a sus hermanos, ni perdonarse a sí mismos. 6Nadie sobre
quien el verdadero perdón descanse puede sufrir, 7pues ya no exhibe
la prueba del pecado ante los ojos de su hermano. 8Por lo tanto,
debe haberlo pasado por alto y haberlo eliminado de su propia vista. 9El
perdón no puede ser para uno y no para el otro. 10El que perdona se
cura. 11Y en su curación radica la prueba de que ha perdonado
verdaderamente y de que no guarda traza
alguna de condenación que todavía pudiese utilizar contra sí mismo o contra
cualquier cosa viviente.
4. El
perdón no es real a menos que os brinde curación a tu hermano y a ti. 2Debes
dar testimonio de que sus pecados no tienen efecto alguno sobre ti, y demostrar
así que no son reales. 3¿De qué otra manera podría ser él inocente? 4¿Y
cómo podría estar justificada su inocencia a menos que sus pecados careciesen
de los efectos que confirmarían su culpabilidad? 5Los pecados
están más allá del perdón simplemente porque entrañarían efectos que no podrían
cancelarse ni pasarse por alto completamente. 6En el hecho de que
puedan cancelarse radica la prueba de que son simplemente errores. 7Permite
ser curado para que de este modo puedas perdonar y ofrecer salvación a tu
hermano y a ti.
5. Un
cuerpo enfermo demuestra que la mente no ha sanado. 2Un milagro de
curación prueba que la separación no tiene efectos. 3Creerás en
aquello que le quieras probar a tu hermano. 4El poder de tu
testimonio procede de tus creencias. 5Y todo lo
que dices, haces o piensas no hace sino dar testimonio de lo que le enseñas a
él. 6Tu cuerpo puede ser el medio para demostrar que nunca ha
sufrido por causa de él. 7Y al sanar puede ofrecerle un mudo
testimonio de su inocencia. 8Este testimonio es el que puede hablar
con más elocuencia que mil lenguas juntas, 9pues le prueba que ha
sido perdonado.
6. Un
milagro no le puede ofrecer menos a él de lo que te ha dado a ti. 2De
esta manera, tu curación demuestra que tu mente ha sanado y que ha perdonado lo
que tu hermano no hizo. 3Y así, él se convence de que jamás perdió
su inocencia y sana junto contigo. 4El milagro deshace de este modo
todas las cosas que, según el mundo, jamás podrían deshacerse. 5Y la
desesperanza y la muerte no pueden sino desaparecer ante el ancestral clarín
que llama a la vida. 6Esta llamada es mucho más poderosa que las
débiles y miserables súplicas de la muerte y la culpabilidad. 7La
ancestral llamada que el Padre le hace a Su Hijo, y el Hijo a los suyos, será
la última trompeta que el mundo jamás oirá. 8Hermano, la muerte no
existe. 9Y aprenderás esto cuando tu único deseo sea mostrarle a tu
hermano que él jamás te hirió. 10Él cree que tiene las manos
manchadas de tu sangre, y, por lo tanto, que está condenado. 11Mas
se te ha concedido poder mostrarle, mediante tu curación, que su culpabilidad
no es sino la trama de un sueño absurdo.
7. ¡Cuán justos son los milagros! 2Pues
os otorgan a ti y a tu hermano el mismo regalo de absoluta liberación de la
culpabilidad. 3Tu curación os evita dolor a ti y a él, y sanas
porque le deseaste el bien. 4Ésta es la ley que el milagro obedece:
la curación no ve diferencias en absoluto. 5No procede de la
compasión, sino del amor. 6Y el amor quiere probar que todo
sufrimiento no es sino una vana imaginación, un absurdo deseo sin consecuencia
alguna. 7Tu salud es uno de los resultados de tu deseo de no ver a
tu hermano con las manos manchadas de sangre, ni de ver culpabilidad en su
corazón apesadumbrado por la prueba del pecado. 8Y lo que deseas se te concede para que lo puedas ver.
8. El
"costo" de tu serenidad es la suya. 2Este es el
"precio" que el Espíritu Santo y el mundo interpretan de manera
diferente. 3El mundo lo percibe como una afirmación del
"hecho" de que con tu salvación se sacrifica la suya. 4El
Espíritu Santo sabe que tu curación da testimonio de la suya y de que no puede
hallarse aparte de ella en absoluto. 5Mientras tu hermano consienta
sufrir, tú no podrás sanar. 6Mas tú le puedes mostrar que su
sufrimiento no tiene ningún propósito ni causa alguna. 7Muéstrale
que has sanado, y él no consentirá sufrir por más tiempo. 8Pues su
inocencia habrá quedado clara ante sus propios ojos y ante los tuyos. 9Y la risa
reemplazará a vuestros lamentos, pues el Hijo de Dios habrá recordado que él es
el Hijo de Dios.
9. ¿Quién
tiene, entonces, miedo de sanar? 2Sólo aquellos para quienes el
sacrificio y el dolor de su hermano representan su propia serenidad. 3Su
propia impotencia y debilidad sirven de base para justificar el dolor de su
hermano. 4El constante aguijón de culpabilidad que su hermano
experimenta sirve para probar que él es un esclavo, pero que ellos son libres. 5El
constante dolor que sufren es la prueba de que ellos son libres porque pueden
mantener cautivo a su hermano. 6Y desean la enfermedad para evitar
que la balanza del sacrificio se incline a favor de aquél. 7¿Cómo se
podría persuadir al Espíritu Santo para que se detuviese por un instante, o
incluso menos, a razonar con semejantes argumentos en favor de la enfermedad? 8¿Y
es acaso menester demorar tu curación porque te detengas a escuchar a la
demencia?
10. Tu función no es corregir. 2La función de
corregir le corresponde a Uno que conoce la justicia, no la culpabilidad. 3Si asumes
el papel de corrector, ya no puedes llevar a cabo la función de perdonar. 4Nadie
puede perdonar hasta que aprende que corregir es tan solo perdonar, nunca
acusar. 5Por tu cuenta, no podrás percatarte de que son lo mismo, y
de que, por lo tanto, no es a ti a quien corresponde corregir. 6ldentidad
y función son una misma cosa, y mediante tu función te conoces a ti mismo. 7De
modo que si confundes tu función con la función de Otro, es que estás
confundido con respecto a ti mismo y con respecto a quién eres. 8¿Qué
es la separación sino un deseo de arrebatarle a Dios Su función y negar que sea
Suya? 9Mas si no es Su función, tampoco es la tuya, pues no puedes
por menos que perder aquello de lo que te apoderas.
11. En una mente escindida, la
identidad no puede sino dar la impresión de que está dividida. 2Nadie
puede percibir que una función está unificada, si ésta tiene propósitos
conflictivos y objetivos diferentes. 3Para una mente tan dividida
como la tuya, corregir no es sino una manera de castigar a otro por los
pecados que tú crees son tus propios pecados. 4Y de este modo, el
otro se convierte en tu víctima, no en tu hermano, diferente de ti por el
hecho de ser más culpable, y tener, por lo tanto, necesidad de que lo corrijas,
al ser tú más inocente que él. 5Esto separa su función de la tuya, y
os da a ambos un papel diferente. 6Y así, no podéis ser percibidos
como uno y con una sola función, lo cual querría decir que compartís una misma
identidad y un solo objetivo.
12.La corrección que tú quisieras llevar a cabo no puede sino causar
separación, ya que ésa es la función que tú le otorgaste. 2Cuando
percibas que la corrección es lo mismo que el perdón, sabrás también que la Mente del Espíritu Santo y
la tuya son una. 3Y de esta manera, habrás hallado tu propia
Identidad. 4No obstante, Él tiene que operar con lo que se le da, y
tú sólo le permites ocupar la mitad de tu mente. 5Y así, Él
representa la otra mitad, y parece tener un propósito diferente de aquel que tú
abrigas y crees que es el tuyo. 6De este modo, tu función parece
estar dividida, con una de sus mitades en oposición a la otra. 7Esas
dos mitades parecen representar la separación de un ser que se percibe dividido
en dos.
13. Observa
cómo esta percepción de ti mismo no puede sino extenderse, y no pases por alto
el hecho de que todo pensamiento se extiende porque ése es su propósito debido
a lo que realmente es. 2De la idea de que el ser se compone de dos
partes, surge necesariamente el punto de vista de que su función está dividida
entre las dos. 3Pero lo que quieres corregir es solamente la mitad
del error, que tú crees que es todo el error. 4Los pecados de tu
hermano se convierten, de este modo, en el blanco central de la corrección, no
vaya a ser que tus errores y los suyos se vean como el mismo error. 5Los
tuyos son equivocaciones, pero los suyos son pecados y, por ende, no son como
los tuyos. 6Los suyos merecen castigo, mientras que los tuyos, si
vamos a ser justos, deberían pasarse por alto.
14. De acuerdo con esta
interpretación de lo que significa corregir no podrás ver tus propios errores. 2Pues
habrás trasladado el blanco de la corrección fuera de ti mismo, sobre uno que
no puede ser parte de ti mientras esa percepción perdure. 3Aquel al
que se condena jamás puede volver a formar parte del que lo acusa, quien lo
odiaba y todavía lo sigue odiando por ser un símbolo de su propio miedo. 4He
aquí a tu hermano, el blanco de tu odio, quien no es digno de formar parte de
ti, y es, por lo tanto, algo externo a ti: la otra mitad, la que se repudia. 5Y
sólo lo que se deja privado de su presencia se percibe como todo lo que tú
eres. 6El Espíritu Santo tiene que
representar esta otra mitad hasta que tú reconozcas que es la otra
mitad. 7Y Él hace esto asignándoos a ti y a tu hermano la misma
función y no una diferente.
15.Corregir es la función que se os ha dado a ambos, pero no a ninguno de
vosotros por separado. 2Y cuando la lleváis a cabo reconociendo que
es una función que compartís, no puede sino corregir los errores de ambos. 3No
puede dejar errores sin corregir en uno y liberar al otro. 4Eso
sería un propósito dividido, que, por lo tanto, no se podría compartir. aY
así, no puede ser el objetivo en el que el Espíritu Santo ve el Suyo Propio. 5Y puedes estar seguro de que Él
no llevará a cabo una función que no vea y reconozca como Propia. 6Pues
sólo así puede Él mantener la vuestra intacta, a pesar de vuestros diferentes
puntos de vistas con respecto a lo que es vuestra función. 7Si Él
apoyase una función dividida, estaríais ciertamente perdidos. 8La
incapacidad del Espíritu Santo de ver Su objetivo dividido y como algo distinto
para cada uno de vosotros, te impide ser consciente de una función que no es
la tuya. 9De esta manera, la curación se os concede a los dos.
16. La corrección debe dejarse en
manos de Uno que sabe que la corrección y el perdón son lo mismo. 2Cuando
sólo se dispone de la mitad de la mente, esto es incomprensible. 3Deja,
pues, la corrección en manos de la
Mente que está unida y que opera como una sola porque su
propósito es indiviso y únicamente puede concebir como suya
una sola función. 4He aquí la función que se le dio, concebida para
que fuese la suya propia y no algo aparte de aquello que su Dador todavía
conserva precisamente porque es una función que se ha
compartido. 5En el hecho de que Él acepte esta función residen los
medios a través de los cuales tu mente se unifica. 6Este único
propósito unifica las dos mitades de ti que tú percibes como separadas. 7Y
cada uno perdona al otro, a fin de poder aceptar su otra mitad como parte de sí
mismo.
Video de Mich Gaymard