Lección 180 y Texto UCDM
LECCIÓN 180
Dios es sólo
Amor y, por ende, eso es lo que soy yo.
1. (169) Por la gracia vivo. 2Por la gracia soy liberado.
3Dios es sólo
Amor y, por ende, eso es lo que soy yo.
2. (170) En Dios no hay crueldad ni en mí tampoco.
2Dios es sólo Amor y, por ende, eso es lo que soy yo.
Texto
V.
El Cristo en ti
1. El Cristo en ti está muy quedo.
2Contempla lo que ama y lo reconoce como Su Propio Ser. 3Y
así, se regocija con lo que ve, pues sabe que ello es uno con Él y con Su
Padre. 4El especialismo también se
regocija con lo que ve, aunque lo que ve no es verdad. 5Aun así, lo
que buscas es una fuente de gozo tal como lo concibes. 6Lo que
deseas es verdad para ti. 7Pues es imposible desear algo y no tener
fe de que ello es real. 8Desear otorga realidad tan irremediablemente
como ejercer la voluntad crea. 9El poder de un deseo apoya a las
ilusiones tan fuertemente como el amor se extiende a sí mismo. 10Excepto
que uno de ellos engaña y el otro sana.
2. No hay ningún sueño de
querer ser especial que no suponga tu propia condenación, por muy oculta
o disfrazada que se encuentre la forma en que éste se manifiesta, por muy
hermoso que pueda parecer o por muy delicadamente que ofrezca la esperanza de
paz y la escapatoria del dolor. 2En los sueños, causa y efecto se
intercambian, pues en ellos el hacedor del sueño cree que lo que hizo le está
sucediendo a él. 3No se da cuenta de que tomó una hebra de aquí, un retazo de
allá y tejió un cuadro de la nada. 4Mas las partes no casan, y el todo no
les aporta nada que haga que tengan sentido.
3. ¿De dónde podría proceder tu
paz sino del perdón? 2El Cristo en
ti contempla solamente la verdad y no ve ninguna condenación que pudiese
necesitar perdón. 3Él está en paz porque no ve
pecado alguno. 4Identifícate con Él, ¿y qué puede tener Él que tú no
tengas? 5Cristo es tus ojos, tus oídos, tus manos, tus pies. 6¡Qué
afables son los panoramas que contempla, los sonidos que oye! 7¡Qué
hermosa la mano de Cristo, que sostiene a la de Su hermano! a¡Y con
cuánto amor camina junto a él, mostrándole lo que se puede ver y oír, e
indicándole también dónde no podrá ver nada y dónde no hay ningún sonido que se
pueda oír!
4. Mas deja que tu deseo de ser especial dirija su
camino, y tú lo recorrerás con él. 2Y ambos caminaréis en peligro,
intentando conducir al otro a un precipicio execrable y arrojarlo por él,
mientras os movéis por el sombrío bosque de los invidentes, sin otra luz que la
de los breves y oscilantes destellos de las luciérnagas del pecado, que titilan
por un momento para luego apagarse. 3Pues, ¿en qué puede deleitarse
el deseo de ser especial, sino en matar? 4¿Qué busca sino ver la
muerte? 5¿Adónde conduce, sino a la destrucción? 6Mas no
creas que fue a tu hermano a quien contempló primero, ni al que aborreció
antes de aborrecerte a ti. 7El pecado que sus ojos ven en él y en lo
que se deleitan, lo vio en ti y todavía lo sigue contemplando con deleite. 8Sin
embargo, ¿qué deleite te puede dar contemplar la putrefacción y la demencia, y
creer que esa cosa que está a punto de desintegrarse, con la carne
desprendiéndose ya de los huesos y con cuencas vacías por ojos es como tú?
5. Regocíjate de no tener ojos con los que ver, ni
oídos con los que oír, ni manos con las que sujetar nada, ni pies a los que
guiar. 2Alégrate de que el único que pueda prestarte los Suyos sea
Cristo, mientras tengas necesidad de ellos. 3Los Suyos son ilusiones
también, lo mismo que los tuyos. 4Sin embargo, debido a que sirven a
un propósito diferente, disponen de la fuerza de éste. 5Y derraman
luz sobre todo lo que ven, oyen, sujetan o guían, a fin de que tú puedas guiar
tal como fuiste guiado.
6. El Cristo en ti está muy quedo. 2Él sabe
adónde te diriges y te conduce allí dulcemente, bendiciéndote a lo largo de
todo el trayecto. 3Su Amor por Dios reemplaza todo el miedo que
creíste ver dentro de ti. 4Su santidad hace que Él se vea a Sí Mismo en aquel cuya
mano tú sujetas, y a quien conduces hasta Él. 5Y lo que ves es igual a ti. 6Pues, ¿a quién sino a Cristo se
puede ver, oír, amar y seguir a casa? 7Él te contempló primero, pero
reconoció que no estabas completo. 8De modo que buscó lo que te
completa en cada cosa viviente que Él contempla y ama. 9Y aún lo
sigue buscando, para que cada una pueda ofrecerte el Amor de Dios.
7. Aun así, Él permanece muy quedo, pues sabe que el
amor está en ti ahora, asido con firmeza por la misma mano que sujeta a la de
tu hermano. 2La mano de Cristo sujeta a todos sus hermanos en Sí Mismo.
3Él les concede visión a sus ojos invidentes y les canta himnos
celestiales para que sus oídos dejen de oír el estruendo de las batallas y de
la muerte. 4Él se extiende hasta otros a través de ellos, y les
ofrece Su mano para que puedan bendecir toda cosa viviente y ver su santidad. 5Él
se regocija de que éstos sean los panoramas que ves, y de que los contemples
con Él
y
compartas Su dicha. 6Él está libre de todo deseo de ser especial y
eso es lo que te ofrece, a fin de que puedas salvar de la muerte a toda cosa
viviente y recibir de cada una el don de vida que tu perdón le ofrece a tu Ser.
7La visión de Cristo es lo único que se puede ver. 8El
canto de Cristo es lo único que se puede oír. 9La mano de Cristo es
lo único que se puede asir. 10No hay otra jornada, salvo caminar con
Él.
8. Tú que te contentarías con ser especial y que
buscarías la salvación luchando contra el amor, considera esto: el santo Señor
del Cielo ha descendido hasta ti para ofrecerte tu compleción. 2Lo
que es de Él es tuyo porque en tu compleción reside la Suya. 3Él, que no
dispuso estar sin Su Hijo, jamás habría podido disponer que tú estuvieses sin
tus hermanos. 4¿Y te habría dado Él un hermano que no fuese tan
perfecto como tú y tan semejante a Él en santidad como tú no puedes sino serlo
también?
9. Antes de que pueda haber conflicto tiene que haber
duda. 2Y toda duda tiene que ser acerca de ti mismo. 3Cristo
no tiene ninguna duda y Su serenidad procede de Su certeza. 4Él
intercambiará todas tus dudas por Su certeza, si aceptas que Él es uno contigo
y que esa unidad es interminable, intemporal y que está a tu alcance porque tus
manos son las Suyas. 5Él está en ti, sin embargo, camina a tu lado y
delante de ti, mostrándote el camino que Él debe seguir para encontrar Su
Propia compleción. 6Su quietud se convierte en tu certeza. 7¿Y
dónde está la duda una vez que la certeza ha llegado?
Video de Mich Gaymard